…son gente de 45 años
El máximo responsable de Telefónica I+D, Carlos Domingo, advierte que «el gran riesgo» del «actual boom de emprendedores» es que se creen «más pymes, y no empresas innovadoras que generen multinacionales»
En esta era de los programadores, algunos ingenieros han tomado ya al asalto las plantas corporativas de sus empresas. Es el caso de Carlos Domingo, presidente y consejero delegado de Telefónica I+D desde abril del año pasado. Para este experto en programación y robótica curtido en la Politécnica de Cataluña, Japón, Stanford y Seattle, es una «barbaridad» que Telefónica concentre el 9% del I+D privado en España.
Cree que las empresas se equivocan en la selección de sus jefes de innovación, que el gobierno debe priorizar la aparición de empresas tecnológicas multinacionales y no de emprendedores con una PYME, y que la sociedad tiene que apreciar como es debido la figura del empresario. Acaba de publicar «El viaje de la innovación» (Planeta de los Libros, 2013), una guía práctica del tipo de innovador y de innovación que requiere un país como España.
No todo vale. Y no todo el mundo ha nacido para sumarse al «actual boom del emprendimiento». Pero, al mismo tiempo, le quita hierro a la cosa. «La idea del genio de 20 años como Zuckerberg o Gates es un mito», explica durante una entrevista en uno de los sofás de la sede madrileña de Wayra, la aceleradora de start-ups de la empresa que preside César Alierta.
– ¿Cuál es el mapamundi de la innovación?
–Los lugares calientes donde se crean empresas innovadoras son San Francisco y Silicon Valley, porque todas las empresas grandes están ahí, y el otro que tenemos cerca es Israel. El norte de Tel Aviv es un pequeño Silicon Valley en el que nacen muchas empresas, aunque al ser un mercado pequeño muchas no se comercializan en ese mercado. En Berlín y en Londres empieza a haber cosas interesantes. Y en España comienzan a ocurrir cosas, aunque queda mucho recorrido. En Corea hay innovación por la presencia de empresas como Samsung o LG. Y Japón sigue en el mapa, aunque no es lo que era, porque Nintendo o Sony siguen innovando.
– ¿Dónde está China?
–En China hay innovación en el ámbito de las manufacturas pero todavía no figura en este mapa global. Esto cambiará. En los 80 y los 90 Japón –yo viví allí muchos años- estaba en la cresta de la ola, y en Corea del Sur no había nada. En Japón copiaban lo que salía de EE.UU. pero a bajo coste. Así, poco a poco, desarrollaron una industria y comenzaron a innovar y a fabricar bajo sus propias marcas, en lugar de hacer solo marcas blancas. Lo mismo ocurrió después en Corea, y creo que pasará en China. El único ámbito en el que no veo innovación china es el del software, que sigue concentrado en EE.UU.
–¿Qué lugar ocupa España en el mapa de la innovación?
–En el ámbito de ciencia e investigación ocupa el lugar que le corresponde como noveno país del mundo. En la parte de creatividad comienza a haber bastantes emprendedores. Pero hace falta conectar estos dos mundos para que haya, no solo emprendedores, sino empresas innovadoras con base tecnológica que creen multinacionales y no solo PYMEs.
–¿Cuál debería ser la prioridad?
–Dada la situación de crisis en España, si yo fuera el gobierno y me planteara cómo arreglar esto con lo que tengo, intentaría enfocarme a que haya más transferencia tecnológica de las universidades a las empresas y a ayudar a la creación de nuevas empresas pero con fondo tecnológico. Por ejemplo, dando prioridad a la hora de conceder financiación del fondo ENISA [Ministerio de Industria] para emprendedores a proyectos que vengan con cinco patentes de la universidad, que quieren transformar en productos y comercializar, sobre el de un emprendedor que quiere crear una empresa más en algo que ya existe.
–Pero la universidad española es poco amiga de la innovación, ¿no?
–Claro, es poco amiga de la innovación porque hacen investigación. Desde que Javier Solana era ministro hace 30 años se logró meter en la cabeza a la comunidad universitaria que había que hacer investigación. Ahora hay que hacer lo mismo con la innovación, conseguir que esa investigación no sea una investigación de conocimiento sino una investigación aplicada que tenga una salida empresarial. La calidad de los investigadores está ahí, pero están haciendo cosas equivocadas. A ese buen investigador se puede condicionar la subvención que garantiza la supervivencia de su equipo a la transferencia tecnológica y a que registre patentes. Y, si la investigación no es novedosa, no la va a poder patentar.
–A menudo los emprendedores se quejan de que la Administración no les ayuda, ¿cuál es su papel?
«Como país debemos enfocar la innovación en ciertos sectores, como las TIC o la biomedicina»
–En una economía de escasez como la actual hay que incentivar la I+D privada. Para ello, se puede facilitar desgravar la inversión en I+D aunque la empresa esté en pérdidas. Se puede alinear más la I+D pública, que representa en España casi el 70% del total, con las necesidades de la industria y las transferencias de tecnología. Y debemos intentar como país enfocarnos en ciertos sectores para adquirir masa crítica y excelencia, está todo demasiado fragmentado. Sectores como la biomedicina y, sobre todo, las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), donde ya tenemos empresas grandes como Telefónica e Indra y buenas universidades politécnicas.
–¿Y qué papel debe jugar la sociedad civil?
–Muy importante. Se puede incentivar que quien tiene dinero y no está en una empresa invierta en innovación con una ley de mecenazgo, que todavía no existe, que contemple desgravaciones fiscales, y un marco más generoso para los «business angels», con mayores desgravaciones. Otro aspecto clave es que en EE.UU., por ejemplo, el empresario es como un futbolista. Aquí, si un empresario ha ganado dinero es porque ha robado o porque ha hecho algo ilegal. Y no es así. Como sociedad deberíamos tener más respeto hacia el empresario, que es quien crea riqueza y quien crea empleo. Y eso animaría a más gente a sumarse.
–Un joven genio y empresario, Luis Iván Cuende, me advertía del riesgo de generar frustración con la retórica actual en torno al emprendimiento. ¿Existe?
–Sí. Existe un riesgo de que personas no preparadas ni emocional ni intelectualmente se metan en un proyecto que les lleve al fracaso. En este momento de crisis hay exceso de capital y falta de talento. El gran riesgo es que con tanto boom de emprendedores acabemos creando más PYMES, y eso no soluciona nuestros problemas, como el empleo. Un tío que monta un chiringuito en la playa también es un emprendedor, pero ese no nos saca de pobres. Hay que orientar recursos hacia emprendedores-innovadores, gente que tiene algo entre las manos que, si funciona, puede generar una multinacional.
–¿No todo el mundo ha nacido para innovar, entonces?
–En el perfil que dibujo el factor personalidad es importante, pero sin obviar la formación y el conocimiento. También hay que haber leído muchos libros como el mío. Los emprendedores deben ser inquisidores para hacer preguntas, observadores para identificar oportunidades, experimentadores para obtener resultados nuevos, sociales para obtener ideas y conocimiento de la gente, y persistentes para levantarse tras un fracaso. Estas cinco cualidades se pueden enseñar, se pueden entrenar. Hay una sexta, la capacidad asociativa, que es cognitiva, con la que se nace pero no se hace.
–El periodista estadounidense Malcon Gladwell desmitifica la idea del genio que nace genio, como Steve Jobs…
–No puedo estar más de acuerdo. El padre de Bill Gates, Preston Gates, es el abogado más importante de Seattle. Fue mi abogado cuando yo estaba allí. Bill Gates viene de una familia de millonarios y con 14 años tenía ya acceso al ordenador de la Universidad de Seattle, en la que no entraba ningún crío. En cualquier profesión hay que tener ciertos mínimos y, a partir de ahí, por qué unos son unos cracks y otros no es puro y duro entrenamiento. La idea del emprendedor de éxito de 20 años es un mito. Los Luis Iván Cuende, Mark Zuckerberg o Bill Gates son una anomalía estadística. El resto son gente de 45 años con experiencia profesional en diferentes empresas que han fallado de forma inteligente en el camino.
–¿Qué tipo de consejero delegado ayuda a la innovación empresarial?
–Lo más importante es tener directivos que se lo crean, que tengan una convicción personal, porque en este campo entre la inversión y el retorno pueden pasar cinco a siete años. Debe proteger el presupuesto, comprometerse a que la empresa por ejemplo vaya a destinar un 1% a innovación, ni más, ni menos. Y debe garantizar libertad al área de innovación porque las dinámicas, los tiempos y los perfiles son muy diferentes al resto de la empresa. A menudo las empresas tienden a asignar a gente a dirigir la innovación muy preparada o muy buena en otras áreas clásicas del negocio pero que, como no han experimentado con la innovación, lo acaban haciendo mal.
Fuente: ABC